lunes, 25 de marzo de 2024

Fray Andrés de Nogales

 

GENTE SANTA DE NOGALES

           La gente de Nogales hemos sido mucho de Iglesia, unos más que otros, pero mucho. Por eso hoy, 30 de noviembre, día de San Andrés, os voy a contar la historia de nuestro más famoso beato,  Fray Andrés de Nogales. Un franciscano cuya vida transcurrió de finales del siglo XVI a mediados del XVII (1585-1650). Puede que en un primer momento pasara por el de Rocamador.

  •  Un hombre que hizo virtud de su silencio para alcanzar el Cielo.
  •  Un hombre que aunque no alcanzara la santidad, debió de andar muy cerca, después de leer sus méritos milagrosos.
  •  Un hobre que pide permiso para ver a su familia en Nogales, y va, ve a sus hermanos en la ermita de Santa Justa, y se vuelve diciendo que solo le habían dado permiso para verlos.
  •  Un hombre sabio entre los sabios, que tenía respuestas mudas para todos.
  • Una persona  que no se doblega ante el poder de la Duquesa de Bejar, ávida de conocer su reacción cuando es llamado a su presencia.
  • Un hombre que no quiso nunca ser servido, sino servir. Y con temor a ofender a Dios si perdiera la cabeza antes de morir
En fin, Júguenlo ustedes mismos.   

Lo hemos encontrado por una referencia que el clérigo e historiador, Juan Solano Figueroa y Altamirano (1610-1684), hace en su el libro “Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz”  y cuya transcripción os dejo a continuación:

NOGALES (1.661)

"30. Su antigua iglesia fue San Juan, que oy es hermita, y la población estuvo en lo llano de su terreno, un tiro de mosquete del castillo. Después pareçió mejorarla para defenderla con el castillo que tiene, hermoso y fuerte, edificado el año mil quatroçientos y çinqüenta y quatro por don Lorenzo Suárez de Figueroa, primer conde de Feria y nieto del maestre fundador de este estado, que çimentó con Nogales, Oliva y Valencia, a que después sus descendientes agregaron las villas que posee. La parroquia, anexa a la de San Pedro de Almendral, está dentro de la muralla del castillo, con título de San Cristóbal, y sus hermitas son los Mártires y Santa Justa y Rufina. Sitio devoto y de recreación, no falta quien diga que vinieron aquí las santas mártires; pero desdiçe de toda buena historia y de la tradición constante de Sevilla. Sesenta veçinos tiene y en su prosperidad tenía çiento. Fue su natural el mui religioso padre fray Andrés de Nogales, de la Orden de San Francisco, de cuias virtudes trata la Crónica de la Provincia de San Miguel, lib.3, cap. 31."    

De 1671

               El sitio del Convento de Santa Marina de la Verde, como le describimos al principio, es tan apropósito para el retiro de la vida monástica y quietud de la Contemplación, que muchos han juzgado y juzgan por desacierto no poner allí una Recolección, pues la naturaleza parece que le hizo Recoleto.

               Movido desta razón eficaz le adjudicó a la Recolección el Padre Provincial Guinaldo en la Congregación de Ciudad-Rodrigo el año de mil y seiscientos y diez y ocho. Y lo fue algún tiempo breve, pero al fin falto por las razones que dijimos en el libro primero, capitulo 28. Mas como la verdad de ser Recoletos no depende solo de los decretos de la Provincia y adjudicación del lugar conveniente, sino mas del ánimo quieto, siempre el Convento de la Verde dio al Cielo espirituales varones, antes  y después de aquel decreto y institución.

                 Mucho antes acabó aquí bienaventuradamente el P.Fr. Andrés de Nogales, cuya Religiosa y Recoleta vida hizo al Convento Recoleto sin serlo.

           Fue natural de Nogales, lugar donde tomó el apellido en el Obispado de Badajoz. Varón de vida muy observante y austera, y de gran ejemplo así a los Religiosos, como seculares. Estudió en el siglo y entrando con bastante caudal de letras en la Religión, no quiso seguir la escuela ni el oficio del pulpito por el amor que tenía a la Soledad y silencio. Y así hizo cierta esta vocación en todos los Conventos en que vivió.

               Aunque estuviesen muy cercanos a los pueblos, guardó el silencio con particular observancia sin que le viesen ni oyesen hablar sino en ocasiones de precisa necesidad.  Y se advirtió que en mucho tiempo fuera de los oficios del coro, del altar y el acto de la confesión sacramental, nunca desplegó los labios a palabra alguna.

               Rara mortificación, y la más opuesta a la libertad que más ama nuestro natural por desahogarse. Pues en sentencia de un Gentil político y estadista, la última miseria a que puede bajar la servidumbre humana es cuando se prohíbe el comercio de oír y hablar. Esta mortificación y servidumbre se imponía voluntariamente el siervo de Dios.

               Y por llevar adelante la virtuosa resolución, hasta las conversaciones de los Religiosos huía; que de hablar con los seglares, no había menester huir el que a ese peligro estaba como negado.

               Viviendo el varón de Dios en Béjar, deseó mucho la Duquesa verle y hablarle esperando mucho consuelo espiritual  por lo que había oído decir de su virtud. Reconoció ser difícil la empresa, y solo reservada al poder de la obediencia. Y así, hallándose una vez en la Iglesia, rogó al Guardian que mandase al Padre Nogales bajase a verla. El lance era forzoso al verdadero obediente.

               Solo restaba armarse de cautelas para ver como había de portarse sin ofensa de su silencio y recogimiento en tan extraña ocasión. Bajó obediente ý hizo a la Duquesa  una inclinación sin alzar los ojos a mirarla, y dijo: “He obedecido, señora, a mi Prelado, y llegado aquí, mi vida importa poco o nada. En el cielo nos veamos”. Y diciendo esto se volvió, sin que fuese posible detenerle. Quedó tan ejemplificada la Duquesa, y tanto más devota a su virtud; cuanto  mortificada en su intento. Y el P.F. Andrés se fue a la celda a descansar con Dios, de aquel afán en que la obediencia le había puesto.

               Como andaba tan abstraído de lo temporal, le sobraba el tiempo para ejercitarse en tantas ocupaciones, porque después de acudir a las de comunidad se empleaba en muchas de oración vocal y mental, y de corporales ejercicios; o se estaba en la librería estudiando; que con las noticias que había tenido en el siglo adquirió tan copiosa ciencia, que se creyó ser más infusa que adquirida, porque a cualquier punto que le propusiesen o dificultad que le preguntasen, fuese en materias escolásticas, positivas, o morales, satisfacía revolviéndolas con admirable destreza, y citaba al Autor, capitulo, o cuestión, y a un folio tan cierto como si actualmente le estuviera leyendo. Cosa que admiraba a los doctos y le granjeaba la fama de oráculo universal por la opinión que todos tenían de que era ciencia revelada, como parecía con mas que bastantes fundamentos. Y estas repuestas daba rogado, y aun mandado, y atento siempre a no quebrantar cuanto le fuese posible, su silencio y recogimiento.

Algo padeció de humano el Padre Nogales (como de David, cuando  apeteció el agua de la cisterna de Belén,  lo dijo San Ambrosio)

          Deseó el siervo de Dios, sobre muchos años de ausencia, ver a su patria y sus hermanos, y habiendo conseguido la licencia del Prelado superior sin dificultad, pues se daba a persona tan segura y ejemplar, caminó hasta cerca de su lugar a donde encontró a sus hermanos que venían del campo. Saludolos, y estuvo con ellos cosa de media hora en una Ermita. Y de allí se despidió luego para volverse a su Convento.

              Mucho extrañaron los hermanos esta resolución, y con todo aprieto le instaron a que se fuese con ellos a casa, y para su consuelo, admitiese siquiera una noche de hospedaje, pues con tanto trabajo  y en tanta edad, que serían algunos sesenta años, había caminado a pie por verlos más de cinquénta leguas. Mas ni eso pudieron acabar con él. Antes constante en su determinación, daba por excusa que la licencia del Prelado había sido solo para verlos; y que habiéndolos visto, en cualquiera otra cosa excedía de la voluntad del Prelado, y del tenor de la licencia.

            Bien sabia el Padre Nogales, como hombre tan noticioso, y tan visto en los libros, especialmente en materias morales, que la palabra ver en semejantes licencias suena a visitar, y incluye todo lo consiguiente o concomitante a una visita tan honesta como de hermanos, y más habiendo hecho tan largo viaje, y no habiendo Convento en el lugar ¿En cuántas casas de Seglares posaría en el camino? 


              No era la razón, aunque era el pretexto de acción tan extraña la letra de la licencia, ni otro reparo deste linaje, sino que como reconoció que había faltado a la mayor perfección, y al propósito de su silencio y recogimiento en pedir y ejecutar aquella licencia, y que se había dejado llevar del afecto de carne y sangre, que aunque es honesto y justo, desdice de la constancia de los más perfectos que por Dios dejaron el mundo. 

             Como arrepentido deste desmán, quiso tomar la penitencia en tan rara mortificación, como malograr de industria el fin de un camino largo y trabajoso; y estar a vista de la patria, y cerca del agasajo que le ofrecían los parientes, y dejarlo todo mirándolo, y saludándolo desde lejos , y contestando que solo buscaba la patria celestial, y era peregrino, y advenedizo en este siglo. como de los Patriarcas antiguos lo dijo San Pablo; y nuestro Santo Patriarca lo toco en la regla, y en su testamento. Así purgó el Padre Nogales aquel afecto natural con que se había dejado deslizar hacia el siglo.

             Retirose a los últimos años al Convento y desierto de la Verde, adonde ayudado de la comodidad del lugar se dio su espíritu todo a la contemplación, y hizo una vida perfectamente monástica. La oración que en los demás Conventos le llevaba gran parte del día y de la noche, en este casi era continua; los ayunos más frecuentes; y a la noche no hacía colación; estilo que había observado siempre.

              El mismo siendo de setenta años, y más lavaba por sus manos los paños pobres de que usaba sin consentir que en este, ni otro oficio le ayudasen los mozos;  y el que no se dejaba servir, no perdía ocasión de servir a los demás.

             Tanta era su modestia, y lo que sentía verse servido, o que por su causa fuesen molestados los Religiosos, que visitándole un Padre grave en la última enfermedad, le dijo: Padre no pido a Dios más de que se haga en mi su voluntad; y si fuese servido, no me diese de enfermedad más de diez o doce días, por no ser penoso, ni molesto a mis hermanos. Además, que para prepararse un Religioso para morir este tiempo basta; pues debe andar toda la vida dispuesto para eso.

             Previniendo en todo los peligros de la muerte, y la importancia de su salvación, a la primera calentura de su última enfermedad dijo a los Religiosos: Padres si Dios fuere servido, que por justos juicios suyos yo pierda mi juizio con algún frenesí, sea vano y tenido por locura todo lo que sucediere decir no conforme a nuestra Santa Fe Católica y a la Doctrina de la Santa Madre Iglesia Romana: que desde luego me desdigo, y protesto ser fuerza del mal, y contra mi verdadero sentir.

            Probó el suceso ser esta revelación que tenía de su enfermedad y muerte, y prevención profética; y así se creyó con razonable fundamento. Porque el día de su muerte le dio un terrible frenesí, en que desatinó mucho. Y como esto lo dijo tan al principio, y fin experiencia de semejante mal, hizo creíble la revelación, y espíritu profético.

            Mas Dios, que permitió aquel efecto natural de la enfermedad, acudió con el socorro oportuno. Pues, aunque este daño no podía empecer a su salvación, cogiéndole tan contrito y seguro sobre la protesta hecha, con todo le restituyó a su sano juicio tres o cuatro horas antes de expirar, con que volvió a su modestia primera.

            Hizo grandes actos de contrición, recibió la extremaunción con palabras y obras de grande edificación; y murió como había vivido por los años de mil y seiscientos, dejando fama de Santo Varón, y gran siervo de Dios.

Espero la luz tras las tinieblas