lunes, 3 de septiembre de 2018

El Carné del Patrón I

                                                                                                           



CAPÍTULO   I


Que se quedan, chacho


           Ya en la procesión me di cuenta de que me hacía señas con la palmera. Como que después quería hablar conmigo. ¿Qué querrá ahora este Santo? Me iba yo preguntando mientras atravesaba la calle buscando la acera de sombra. Total, que cuando hubo terminado la misa y me acerqué al besamanos, vi que me guiñaba el ojo haciendo gestos con la cabeza para el lado izquierdo como queriéndome decir que en cuanto terminara aquello volviera a entrar.

     Ya estaba yo de los nervios. Ni siquiera recuerdo con quien estuve hablando ni de qué mientras la espera en la puerta del Sol. Pensaba que si sería algo que quería subir a la página; que se habría sentido ofendido por algún comentario irreverente de los míos…
    ¡Qué va! Cuando se acaba aquello y me voy para sus andas, va y me suelta a botepronto:
-         Que nos quedamos este año.
-        ¿Cómo? Pero si tenéis un montón de ferias pendientes. ¿Tú sabes lo que es romper todos los compromisos de este verano? Chacho, que como está el patio se puede armar una buena. Y esta gente de Nogales, tres días bien, pero más no sé yo si van a aguantar… Que hay veces que tienen fiestas por las Santas hermanas, las del emigrante y que sé yo otras de “jartangas” y demás degustaciones.
-        Sí. Pero es que las palmeras están a menos – se justificaba mirando la suya- El picudo colorao… Habrá que hacer algo.
-        Eso digo yo, algo. Ese algo se puede hacer desde aquí o desde cualquier feria. Que eres Santo, no un forestal cualquiera.
-        Yo soy emigrante también – me soltó viendo que no tragaba con lo de la palma- Me voy todos los años a trabajar y vuelvo todos los veranos. Ni uno he faltado desde hace siglos. Y aquí, una vez que pasa la procesión ¡Ea! Cristóbal “rumbo al Cairo”. Hombre, por Dios que aquí lo llevo, una “mijina” de consideración. Es más, emigrante e inmigrante soy a un tiempo. Así que este año me quedo para la Feria de la Maleta en Plaza.


Las perras que nos va a costar esto, pensaba yo, acordándome de los de la Hermandad.
-        Yo no voy a estar aquí todo el verano- me excusé en un intento de no adquirir compromiso- Yo esto del calor lo llevo cada vez peor.
             Igual les daba. Lo único que les faltó era ponerse a silbar mientras miraban los dos a la bóveda del altar mayor. Y lo hacían con tanta intensidad que yo diría que se le clavaba la parte inferior de la corona en el “tostuo”.  En ese instante me di cuenta de que me había “embollado” hasta las trancas, permítaseme el símil, y no me quedaba otra que limpiarme antes de que oliera más. Así que me puse viento a favor y les dije:
-        ¿Para cuando empezamos? –y al ver que se encogían de hombros- ¿Hoy? No. De hoy “nanay” de la China. Hoy es el día grande y la gente del pueblo se junta en los bares, bailan y beben. Os pueden salpicar con bebidas alcohólicas malísimas para el pan de oro que vestid. Además, la iglesia no se puede quedar abierta. Tenemos que hablar, creo, con Justa para que os deje una copia de las llaves. No vamos a estar todo el día acompañando.
-        Vale, hoy no vamos a bajar, pero nos podías enseñar un poco por aquí los alrededores de la iglesia. El Cementerio, para ver si sus palmeras están picudas. Al castillo no hemos subido nunca…
-        Vale, vale. Un ratino. Que quiero bajar a la plaza a hacer unas gestiones importantísimas. A ver- le dije indicándole la escalerilla de las andas- bajad por aquí con cuidado.
-        Pero primero nos tienes que aflojar los tornillos de la peana.
-        ¡Buff! Si lo sé… Déjate de tonterías de tuercas y da un salto, que para lo que queremos bien que te mueves. Tornillos…, a ti si que te falta un tornillo pero no en los pies…
         ¡Ná! Pegó un salto cual lince ibérico en extinción y no se le coscaron niño ni palmera alguna. Y en dos “trancallá”, que ábate se
“estampa en la tapia del cementerio”, salió por la puerta del Sol. A punto estuvo de “farrumba” un nicho de los altos.
-        Ves. Ni de las “guanchintonas” las hay aquí en el cementerio. Ya te he dicho antes que nada más que plantaron cipreses y pinos. Y estos los han arrancado hace poco porque se estaban comiendo el cementerio por la parte interna de dentro. ¿De verdad que en tantos años no habías entrado nunca en el cementerio ni en el castillo?

-        Como lo oyes. Llegas, te suben en las andas, carrera oficial con la banda de turno sudando y lo de “A tus pies…”, la misa y para de contar, otra vez para Fuentesaúco en Zamora. Muy buenos garbanzos, por cierto. Recuerdo, eso sí, cuando se empezaron a enterrar la gente aquí en el suelo. No había tapias ni nada. Se abría el hoyo, se metía al difunto, tierra encima y tarama por cruz. Pero no te puedo decir cuándo. Que no se me quedan ya las cosas que hago cada siglo. La carcoma hace estragos…
-        Pues mira por donde te lo voy a decir yo- me lance en un ataque de vanidad irrefrenable- El primer muerto se enterró el 8 de mayo de 1.821. 
           El niño José Lorenzo Caño Gutiérrez. Sus padres pagaron 2 reales, uno para la tumba y otro para Ánimas Benditas del Purgatorio. Valga como referencia, que era hermano de Tiburcia, madre de Nemesia Toro y Caño. Ésta fue la que casó con Juan Campos Martín, de Montijo, el primero de una saga de carpinteros que más de una vez han arreglado tus andas.

    El niño empezó a gritar señalando el castillo,
-        ¡Al castillo!, ¡Al castillo! Yo quiero ver a la princesa y los 7 hermanitos.

-        No sé porque me da a mí, Sancris, que los cuentos que le lees al niño no tienen las páginas muy seguidas. O tenemos que trabajar más “lo que viene siendo” la comprensión lectora. ¿Tú no le puedes contar el tuyo de siempre? ¿El de la lechuza?:

Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.

Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
 
De José Elías Rguez. En WEB Ayuntamiento Acehuchal
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.

La Virgen habló:
-Déjala que beba,
San Cristobalón.

Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.

A Santa María
un ramito verde
volando traía.
                  
                                Antonio Machacado.

-        Que va, que va. Eso de los versos “para nada”, que no le va. Éste es más de parábolas.
-        Ya. La del sembrador que tiraba semilla que caía en barbecho mal hecho o en posío; la del camello rico que tenía que pasar la joroba por el ojo de la aguja….
-        No. No, hombre no. Eso está ya muy pasado de moda. ¿Tú no has oído hablar del niño de la bola? 
   
  Pues que ahora le gusta jugar al futbol de portero. Y “pará bolas”
-        Si claro. Y tú de Mouriño. “Notejo…” el Santo éste. Ya empezamos con el cachondeino… Anda, vamos a asomarnos al foso del Castillo y para el altar mayor otra vez, que quiero bajar a tomarme unas peladillas “ancal” Chulo.
           Una vez los dejé encima del estaribé, rodeados de todo el floripondio, les dije:
-        Me voy a acercar a ver si Justa me da las llaves y os las traigo para que mañana, cuando salgáis, dejéis bien “fechada” la puerta. Cuando paséis para abajo, se la dejáis en su casa. Y cuidado con el niño. Justa se empeñará en darle alguna “chuche”. Te niegas en rotundo. Si se pone muy pesada, que se pondrá, le dices a ver si tiene un chicle de esos de masilla con sabor a nueces para madera de nogal. Se lo pegas en los labios, y os bajáis a toda leche. En la palmera convaleciente os estaré esperando.